Escultor de cielos

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Hay un lugar al otro lado de la existencia que insiste en hacernos misteriosos guiños. Como las mágicas e inesperadas sonrisas de los recién nacidos ¿de dónde procederán exactamente?

Quizá ese otro lado de la existencia pudiésemos condensarlo en particulares extractos de nuestras propias vidas que aún identificamos en nosotros mismos. Como sería el caso de la memoria de nuestra propia infancia y los sueños que en ella hayamos nutrido. Quizá aún sigan aquí dentro…

Quizá persistan en acompañándonos a lo largo de nuestro paso por el mundo, porque aunque aquellas germinaciones hayan despuntado hacia formaciones retenidas al otro lado, quizá sigamos deseando que se cuelen, que penetren este mismo lado de la existencia, la real.

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Hace tiempo que os queríamos traer este autor japonés que es Makoto Shinkai. Este auténtico escultor de cielos que se atreve a hacernos dudar sobre la realidad misma. Sobre la vigencia de estas extrañas semillas que forman parte del ser y que por eso mismo, tal vez sean reales al fin al cabo. Acaso de máxima importancia a la propia existencia.

“DURANTE TODO EL VERANO los escultores de nubes venían de Vermilion Sands y tripulaban sus planeadores pintados sobre las torres de coral que se levantaban como pagodas blancas junto a la carretera de Lagoon West. La torre más alta era Coral D, y allí un montón de cúmulos blancos, parecidos a cisnes, dominaban el aire que ascendía desde los arrecifes de arena. Subidos a los hombros del aire sobre la corona de Coral D, tallábamos caballos marinos y unicornios, retratos de presidentes y de estrellas de cine, lagartos y pájaros exóticos. Mientras la gente miraba desde los coches, caía sobre los techos polvorientos una lluvia fresca, lágrimas de las nubes esculpidas que navegaban hacia el sol atravesando el suelo del desierto.

De todas las esculturas de nubes que íbamos a tallar, las más extrañas fueron las de Leonora de Chanel. Al recordar esa tarde del último verano, cuando ella apareció en su limusina blanca para mirar a los escultores de nubes de Coral D, sé que casi no nos dimos cuenta de la seriedad con que esa mujer hermosa pero demente observaba las esculturas que flotaban por encima de ella en ese cielo sereno. Más tarde sus retratos, tallados en el torbellino, llorarían lágrimas de tormenta sobre los cadáveres de los escultores” (J.G. Ballard, Vermilion Sands, 1971, Ediciones minotauro, 1993, 1ª ed.).

El pequeño extracto de ‘Vermilion Sands’ del famoso escritor de ciencia-ficción que fue el gran J. G. Ballard, nos viene a la memoria después de ver “Más allá de las nubes-la tierra prometida” (2004). En ella Makoto hace el portentoso ejercicio de reclamarnos una inmersión total en nuestros sueños más antiguos. Una sumersión tal, que tanto la casita en el árbol como los amplios cielos a través de los cuales poder planear, resultaran nimiedades en el entorno prodigioso de toda posibilidad que el sueño puede llegar a ofrecernos.

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Con el cine de este hombre -que tiene la misma edad que Carlos, aunque haya nacido dos meses antes- imaginamos que aún vamos a tiempo respecto a todas aquellas magníficas aventuras que nos habíamos propuesto vivir cuando tan solo unos niños, pensábamos que podíamos ser detectives, veterinarios, estrellas pop, pilotos y astronautas. Además, como todo era tan posible como probable, durante algún tiempo yo mismo, aparte de todo lo anterior también llegué a auto-colocarme el inabarcable título de pintor de cielos. Pero sin pretensiones, heee.

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En ‘Más allá de las nubes’, más que pintados, aquellos inmensos lienzos parecen firmemente esculpidos. Parecen dar fe de las inmensas, nobles y vigentes intenciones que subrayan. Y sus protagonistas no son más modestos que en aquella época lo habré sido yo:

Dos niños adolescentes trabajan en una maravillosa aeronave que encontraron despedazada y que tratan de reconstruir. En su tiempo libre trabajan en un taller mecánico para así poder comprar las caras piezas que necesitan. A la vez, investigan el funcionamiento del aparato empleando sus estudios y toda su vida en virtud de lograr sus sueños.

Todos sus anhelos se van afianzando a medida que la densa coloración veraniega y la habitabilidad del firmamento justifican la pasión puesta al servicio de su empresa. El empuje es algo que navega bien dentro, algo que los franceses llaman l’esprit (el espíritu) y que no viene a significar otra cosa que la voluntad misma.

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El sueño de los chicos es poder viajar a tal velocidad que logren cruzar la extraña barrera que aísla la finísima torre que se alza en el horizonte y que señala sus más atávicos deseos desde que eran tan solo unos renacuajos.

En realidad la construcción de la torre remonta a la época en que Rusia y Estados Unidos se repartieron el territorio nipón entre las dos potencias, pero no es común que alguien sepa para qué sirve exactamente. Alzándose hasta lo más alto de los profundos cielos, existen rumores sobre su real función de puente entre esta y otras dimensiones. Algo que las dos potencias rivales tratan de explotar en su propio beneficio y cuyo complejo funcionamiento, sin embargo, no pueden controlar ninguna de las dos.

En la trama, el papel principal es el de la chica de quien está enamorado uno de los adolescentes. Dueña de una sensibilidad a flor de piel, ella enseguida se encariña con ellos y ellos, primero celosos de su aeronave y su ambicioso proyecto, enseguida apartan dudas ante la belleza y simpatía de la chica y terminan invitándola a viajar con ellos a la torre.

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Un buen día ella desaparece.

Como uno de ellos se va a estudiar a una ciudad diferente, se separan los tres sin haber logrado concretizar su excitante proyecto. Sin haber surcado su más preciosa aventura.

En sus sueños sin embargo, siguen persistiendo la esperanza y la necesidad de estar juntos. En el caso del chico que se va a estudiar lejos, se tratan de sueños de irremisible incomprensión. Una infinita tristeza por no poder encontrar cualquier motivo que la hiciese desaparecer sin una sola palabra. En el caso de ella, sus sueños adquieren una densidad más evidente. Existen de forma tan intensa que su propio ser terminará desconectándose de la vida real. Desdichada, descarriada del proyecto junto a sus amigos, ella les espera en lo alto del torreón… por extraño que parezca. Espera que vengan a por ella. Tan triste es su desdicha. Tan dolorosa su soledad.

Por otro lado, por extrañas correlaciones que no logramos esclarecer totalmente, la torre y su conexión al universo paralelo se está estableciendo porque alguien sueña y sus sueños generan el enlace perfecto. Al parecer en el otro universo, los sueños de este lado ganan corporeidad.

El coma profundo en el que la chica deriva supone el lazo que mantiene los dos universos comunicados. Y aparte de que nadie sabría realmente como despertarla, el caso es que si lo hiciesen podrían desencadenar la destrucción misma del universo.

Tanto es su dolor por haberse separado de los chicos, tanto su amor terriblemente abortado.

Por supuesto que los chicos descubren a qué se debió su ausencia y tres años después retoman su plan. ¿Pero podrán aún alcanzar su sueño?

A veces los sueños tardan en concretizarse pero no por ello debemos abandonarlos. Quizá con el paso de los años alguno de ellos se vea relegado a algún tipo de apaño, como el del veterinario frustrado que termina adoptando un perillo. O el del piloto que nunca logró serlo y que tendrá que conformarse con el aeromodelismo. En lugar de pintor de cielos, servidor tendrá que conformarse con pintar estrellas… ¿Qué le vamos a hacer? El tiempo no pasa en balde y nuestras elecciones determinan ciertos caminos en detrimento de otros.

Sin embargo, de una u otra manera, antes o después… los sueños del corazón y sus dilemas, sus extraños designios y sus arrolladoras pasiones a todos terminan afectándonos. Y en todas las historias de Shinkai este es el motor que pone en funcionamiento todo el engranaje. Este escultor de cielos esculpe amores y también muchos desamores, amores imposibles que luchan por ser.

Las románticas películas de Shinkai son preciosas y se te impregnan en los huesos… de hecho pueden llegar a ser tan terriblemente exageradas que un cierto carácter cursi y ñoño, en ocasiones se apodera de ti de manera casi intolerable. Podría devenir espectáculo kitsch no fuese por las verdaderas maravillas que opera la luz en sus magníficos dibujos. La extenuante música, las narraciones y los diálogos kilométricos que utiliza, podrían llegar a hacer mella en el espectador, no obstante todo ello se le perdona por toda esta inmensidad que solo así podemos recobrar:

Todos soñamos ser amados cuando estamos solos y la soledad puede ser un terrible sino.

¿Quién no ha probado estos arrebatos sensacionales y desmedidos? ¿Quién no ha vivido amores de aquellos que si no son posibles solo en la muerte se hallará solución?

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Esta es la verdadera dimensión de sus propuestas y por eso todo se le perdona. En ‘A cinco centímetros por segundo’ (2007) -lo que tardan en caer los pétalos del cerezo al suelo- se detiene en los más angustiantes parajes del alma que todos damos en conocer en nuestras vidas. En una estación en la cual jamás llega el tren cuando vas a ver a tu amor después de años de forzosa distancia, o ya en el tren que se detiene a medio del trayecto por la terrible nevada cuando llevan esperándote una eternidad. En los impases de tu propia espera, las dudas que te asaltan, la imposibilidad tomando cuenta de todo. Incluso los elementos parecen estar en contra del destino soñado.

En el pequeño mediometraje que es ‘El jardín de las palabras’ (2013), la imposibilidad amorosa en la diferencia de edad entre un alumno de quince años y una joven profesora. Ellos no se conocen entre sí y sin embargo ambos aman la lluvia. Ella parece tranquilizarles, cada uno con sus problemas… Poco a poco, la sola presencia del otro se les va haciendo esencial y por eso procurarán acudir al encuentro tácito en la pagoda que hay en el parque. Siempre que llueve.

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A los elementos -que son verdaderamente los mayores evocadores de los estados de ánimo y los sentimientos que a flor de piel despuntan- Shinkai los dibuja con los detalles más ínfimos. Esa lluvia maravillosa que calma y protege. Transparente y cristalina. Esa lluvia imparable que es testigo de los amores, incluso en la más remota de las posibilidades. Incluso sin que ellos mismos lo sepan.

Es por todo ello que cada bizna de hierba estival, cada brillo y cada murmullo cobra una dimensión inconmensurable. Aiiii… si tan solo probáramos mirar a nuestro alrededor con el corazón…

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En ‘Tu nombre’ -la última película de Makoto- es el bellísimo cometa que surca los cielos el responsable de que un buen día algo insólito y contra toda lógica ocurra entre un chico que vive en Tokio y una chica hastiada de seguir viviendo en la provincia. Un buen día, sus sueños se entremezclan de tal manera que ella despierta siendo él y vice-versa.

Sin que podamos desvelar ni un ápice de lo que va ocurriendo a lo largo de la película porque os chafaríamos toda la sorpresa…  tan solo podemos evocar a los Smiths en aquella preciosa canción de su último álbum ‘Strange ways, here we come’ (1987): Last night I dreamed that somebody loved me (Anoche soñé que alguien me amaba).

Cuando el chico de Tokio y la chica de la provincia se buscan el uno al otro aparentemente por caminos separados -que en realidad son el mismo- se dejan conducir por el tenue recuerdo de sueños que se les escurren en la memoria… -caminan con rabia por no lograr recordar el nombre el uno del otro- y nos envuelve aquella sensación extrema que te certifica que hay alguien esperándote. Alguien que está innegablemente destinado a estar contigo de por vida.

Cuando perdido por la ciudad vas buscando, y en cada esquina crees haber percibido su perfume, una ráfaga de su presencia… Una mirada fugaz, un pálpito. Todos los designios del cometa se comprometen y la magia de la escultura inmensa que es el universo se agranda en tu pecho.

Unos de los aspectos de las películas de Makoto Shinkai que nos provocan esta indescriptible sensación de que todo está perdido y que, pese a todo, es todavía lo que nos empuja… es precisamente la inmensidad de sus cielos trazados a cincel. La luz y el color trabajados al punto de la más pura genialidad. Donde cielos habitados por mil brillos que revolotean en parpadeos intermitentes y nebulosas esponjosas, rebosan de posibilidad y sin embargo, son tan inaccesibles.

Desde hace unos cuantos años, las películas de animación sufrieron notables cambios en sus posibilidades. El advenimiento del CGI con todo su realismo y el tratamiento de las imágenes por ordenador constituyeron unos cuantos pasos de gigante relativamente a lo que se podía lograr anteriormente. En el siguiente artículo, Antonio Horno López explica esta natural evolución dando claves precisas sobre los cielos alcanzados con el paso de los años…

http://revistas.ucm.es/index.php/hics/article/view/43999/0

La fotografía y todo el trabajo hecho con la luz en las películas de Makoto -quizá aparte de sus deliciosas historias románticas y sus intrincados entramados de ensueño- quizás sea precisamente lo que más atrae de todas sus apuestas. Sus dibujos son impecables y sus historias son maravillosas pero es inigualable la profundidad que aporta su visión luminosa, siempre expansiva.

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La película por la cual nos declaramos fans incondicionales de este cineasta -de entre su deliciosa colección de títulos- para su distribución internacional recibiría el título en inglés de: ‘Children Who Chase Lost Voices from the Deep below’ (Niños que persiguen voces perdidas de las profundidades de abajo). Originalmente se titularía 星を追う子ども Hoshi o Ou Kodomo «Niños que persiguen estrellas», el cual terminaría no siendo tan fiel al espíritu en sí de la película. También es conocida como ‘Viaje a Agartha’ (2011).

En Wikipedia se establece que Agartha es, según los seguidores del esoterismo y los creyentes en la tierra hueca, un reino legendario ubicado debajo del desierto de Gobi. Sin embargo, ninguna de sus ideas o planteamientos se basan en evidencia alguna.

Creada posiblemente en 1957 por el escritor fantástico italiano F. Amadeo Giannini, podríamos remontarnos a 1864, cuando Julio Verne publicase ‘Viaje al centro de la tierra’.

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Asuna es una niña de unos diez añitos que a través de un cristal de radio -recuerdo dejado por su padre ausente- suele subirse a lo alto de la montaña que hay cerca de su casa a escuchar extrañas voces que no sabe exactamente de dónde proceden.

Un día, un enorme monstruo se persona en el puente que conduce a su montaña cuando un misterioso chico -que tiene un cristal como el suyo al pecho- la defiende de aquel repulsivo y a la vez entrañable ser.

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El chico se ha hecho un rasguño en el brazo defendiéndola y ella le invita a subir a la montaña en dónde tiene una pequeña guarida con todo lo que un día pueda necesitar. Entre ropa, comida y otras cosas, tiene también un pequeño botiquín de primeros auxilios.

Encantada con su nuevo amigo, Asuna le enseña su más adora afición, coloca su cristal en la radio y le explica que:

“Una vez, sólo una, escuche una melodía realmente misteriosa. Era una canción distinta de cualquier música que yo hubiera escuchado antes. Casi como si fuera el mismo sonido del corazón de alguien. Cuando la escuché, me sentí triste y feliz al mismo tiempo, y pude sentirme como si ya no estuviera sola. Me acompañara siempre…”

Por extrañas circunstancias el chico es hallado muerto junto al río. Cuando sabe la noticia, Asuna no se lo puede creer. Muy triste vuelve a la escuela dándole vueltas al tema en descrédito total. En ese mismo día sustituyen a su profesora que está de licencia de parto por un profesor más bien tétrico en sus abordajes. El siguiente se trata de un extracto de la primera de sus clases:

“…y de ese modo, su mujer murió.

Abrumado por la pena, Izanagi decidió viajar a Yomi, el inframundo, a las profundidades de la Tierra, para traer a su mujer fallecida, Izanami, del mundo de los muertos.

Tras viajar a las profundidades de la Tierra, finalmente se reunió con su mujer, y ella le dijo:

‘Ya soy una habitante del mundo de los muertos. Sin embargo, si el dios de Yomi lo permite, podre regresar a casa contigo. Pero para ello hay una condición. Mientras yo hable con el dios, no debes mirar a mi cuerpo.’

Pero Izanagi rompió la promesa. Le abrió las puertas a Yomi. Y por tanto la mujer de Izanagi ya no podrá regresar con él nunca más.

Ese es el primer verso de la Mitología Kojiki. Mitos similares de personas adentrándose en la Tierra para resucitar a otros, se escuchan por todo el mundo. Yomi… el Inframundo, el Hades, Shambala, Agartha… Reciben nombres distintos, pero todos son mundos bajo la superficie. Antiguamente se creía que bajo la superficie se guardaba el secreto de la muerte.”

 Precisamente, es su nuevo profesor quien se adentrará con Asuna en ese mundo que estará a punto de descubrir. Una expedición al inframundo que pondrá en evidencia los intereses del profesor frente a los aprendizajes más importantes efectuados por la propia Asuna.

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Adentrándonos sin miedo, respiraremos agua vitae y poco a poco iremos conociendo diferentes desdoblamientos del magnífico Quetzalcóatl de la mitología mesoamericana. Encontraremos mitos y leyendas clásicas y dioses de toda especie en un viaje -sin precedentes- al centro de la tierra. Se nos revelaran una serie de misterios y quizá incluso la hipótesis de resucitar los seres queridos que más añoramos. Pero quizá lo más importante es el aprendizaje que de la muerte hará Asuna, el cual finalmente terminará aprendiendo su terco profesor.

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Como en inglés, también en japonés hay dos acepciones diferentes para nuestro ‘Cielo’ único.-El cielo físico, que inglés sería sky, en japonés es空Sora.-Y heaven -el cielo a dónde viajan los muertos- que en japonés es 天国Tengoku.

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Sin lugar a dudas, Makoto Shinkai esculpe ambos a la perfección. Su cielo inmenso nos recorre advirtiéndonos la importancia de mantener nuestros propios sueños, nuestros sentimientos más profundos y toda la posibilidad que transportamos desde la infancia,

…desde nuestra primera sonrisa… que nadie sabe a qué se habrá debido…

 


5 respuestas a “Escultor de cielos

  1. Queridos Carlos
    Mais uma vez quero dar vos as gracias de todo o coração.
    Muito obrigada de verdade por me fazerem descobrir todas estas Maravilhas.
    Makoto Shinkai, foi o mais Bonito que me foi dado ver até hoje.Estou a adorar tudo o que já consegui ver dele, simplesmente Maravilhoso. Acabei de ver Agartha, é Belíssimo, Adorei.
    Obrigada e beijinhos.

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    1. Muito obrigado. Que maravilla. Ainda bem que estás gostar. A pouco e pouco iremos mostrando mais autores de animaçao, os próximos serao os irmaos Quay, mais extraños, mas depois falaremos de Hayo Miyazaki, que de certeza também será do teu agrado. Um beijinho muito grande y muito obrigado pelo teu comentário.

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