Al límite

Como durante tanto tiempo pasaría con la aspirina, el principio activo de las drogas inteligentes, estimulantes de memoria y potenciadores cognitivos, los conocidos nootrópicos, se desconoce. Aunque se intuye que funcionan alterando la disponibilidad de los suministros neuroquímicos, nadie sabe realmente cómo lo hacen. Ello evidentemente multiplica exponencialmente el peligro de posibles contraindicaciones tratando de elevar ciertas funciones mentales como la cognición, memoria, inteligencia, creatividad, motivación y concentración. Se sabe que son sustancias vasodilatadoras que activan y estimulan el crecimiento neuronal y mejoran el metabolismo cerebral. Pero ¿es el cerebro realmente mejorable? 

En ‘Limitless’ (2011) de Neil Burger, a Chris Cooper parece sobrevenirle incluso un inusitado brillo cristalino a los ojos, capaz de percibir muchísimo más allá cuando empieza a tomar NZT-47. En su fulgurante escalada, dejando de ser el típico yonqui, escritor frustrado incapaz de concentrarse y profundamente desmotivado, pasa no solamente a terminar su novela en tiempo record y contra toda expectativa, con enorme éxito… Gozando de tan inusitada claridad mental se vuelve irreconocible… típico caso cenicienta que nos hechiza a través de esta fluida habilidad mental que permite toda clase de complejísimas predicciones sin relegar el más insignificante de los factores. Naturalmente, a través de la literatura, Chris sentirá no poder desarrollar su infinito potencial y como le gustan los números, decide dedicarse a aprender el funcionamiento de los movimientos bursátiles. Enseguida se hará un importante hueco en el mundo de las finanzas siendo en todo momento consciente que el gran error de los listos es creerse que no puede haber nadie más listo que ellos… Así que, atento y sin dejar decaer jamás su meteórica estrella -siempre y cuando no minimice su dosis de NZT- se mantendrá en la cima. 

En el particular transcurso de su viaje, descubre sin embargo que quiénes habrían tomado el nootrópico o terminarían perdiendo la jeta o muriendo repentinamente, pero en lugar de asustarse, inteligente armaría un ingenioso plan para mejorar el NZT librándolo de toda contraindicación y finalmente lograría librarse a sí mismo de él, sin perder su habilidad. 

Esta fascinante película de posibilidades infinitas, naturalmente se convertiría en serie. Pero la verdad es que después de unos cuantos episodios, sin cualquier tipo de límite, aquella terminaría perdiendo la gracia. Porque aún si sorteando ciertos conflictos, al conocer de antemano la ilimitada capacidad de la mente humana asociada con algo tan poco natural como la ingesta de dicha droga… terminaría resultando producto insuficiente. 

La verdad es que necesitamos trazar límites, más que nada por ir gozando la satisfacción de ir cumpliéndolos progresivamente y con el esfuerzo que naturalmente requieran. Por eso nos resultan más apelativas las historias que, más que potencialmente ilimitadas, se acerquen peligrosamente al límite. Aquí os invitamos a altas dosis de adrenalina en cintas de lo más dispar, empezando justamente por aquellas que devienen de los límites de la mente humana. 

En el reciente documental de Frank Oz ‘In and of itself’ (2020) sobre las maravillosas y sinceras habilidades del mago Derek DelGaudio, descubrimos como un perro puede llegar a convertirse en lobo invirtiendo horas y más horas en el aprendizaje y perfeccionamiento de ínfimos e industriosos movimientos. Probando como aquello que para la mayoría de los mortales parece magia, en realidad no pasa de conocimiento profundo de uno mismo. En ella constatamos la existencia de mundos que nos están vedados por no ser capaces de creer con suficiente intensidad su posibilidad y por ser incapaces de desprendernos de arraigadas creencias sin fundamento. Pero también verificamos que potencialmente todos tenemos la capacidad de penetrar la fina membrana que recubre la realidad si nos atrevemos a sincerarnos con nosotros mismos y valientes nos disponemos a apostarlo todo. 

El feroz lobo, a diferencia del dócil y sumiso perro, se enfrenta temerario al peligro porque sabe dominar sus facultades a base de instinto, sin tan siquiera plantearse dudar. Sin embargo, los humanos, demasiado apegados, siempre estamos demasiado pendientes del equilibrio entre nuestra racionalidad y nuestro aspecto animal. Quedándose usualmente más hacia uno u otro lado del espectro. Algo similar a lo que les ocurre a los salvajes y soeces personajes de Guy Ritchie. Implacables e inteligentes gánsteres que tienen muy claro que los medios para alcanzar sus objetivos siempre están más que justificados, pero que jamás deben escatimar en sus cálculos porque eso podría significar su perdición. En la retorcida ‘Revolver’ (2005) se describen al detalle las típicas e inminentes debilidades encerradas en la mente humana. Protagonizada por Jason Statham, quién sale de la cárcel con el prodigioso conocimiento de una fórmula infalible para ganar en el juego y una sed de venganza aparentemente justificada, decidimos acompañarle en su periplo y apostar por él. Convencidos de que la armará bien gorda. Pero súbitamente el hombre es interrumpido nada más empezar… ¿Qué falla? Él, que ha tenido la suerte de estar encarcelado justo entre un maestro del ajedrez y un maestro de la estafa, quienes han intercambiando durante muchísimo tiempo importantes lecciones entre sí, que él inteligentemente lograría interceptar para aprendérselas de memoria ¿por qué ahora, una tras otra, son todo zancadillas las que le impiden caminar?

Seguramente, al contrario del Chris Cooper de ‘Sin límites’, necio se crea el único conocedor de la susodicha fórmula y ciertamente no podrá saber quiénes mueven los hilos que rigen su vida. Aunque esto pueda resultar enloquecedor, definitivamente alguien tiene que estar manipulando sus pasos pese a que entre soeces gánsteres parezca improbable… Tiene que ser alguien más inteligente que él, pero eso es demasiado difícil de asumir. El problema sería su ego, pues. El más difícil de los obstáculos y el mayor de los embaucadores. Porque te convence de que tu ego eres tú. Librarse de tan limitador constructo es la primera regla para superarte a ti mismo y rebasar tus propios límites…

En ‘Intacto’ (2001) de Juan Carlos Fresnadillo, también el ego es responsable de dudosas conductas, pero a un nivel desconcertantemente sobrenatural. Nos referimos a un ego ancestral colectivamente cultivado desde tiempos inmemoriales que iría adoptando las particularidades de su época pero sin cambiar realmente. Sorprendente e intenso thriller que nos invita a considerar bizarras asunciones poniendo en tela de juicio nuestra cordura frente al ímpetu de inmóviles y arraigadas creencias y asustadoramente justificando atávicas supersticiones. Pero es que si incluso estamos más que convencidos de no creer semejantes chorradas, debemos admitir que hay algo de esto incrustado en el fondo de todos nosotros que parece permanecer intocable.  

El límite de ‘Intacto’ se juega justamente en la capacidad de creencia en la suerte de uno mismo y naturalmente, en su opuesta. Frontera en la cual todo puede revertirse en un mero toque. Si uno cree con todas sus fuerzas, seguro que tanto el agüero toque del gafe como la auspiciosa chepa de la enana conformará necesariamente su dicha, o su desdicha.  

Eusebio Poncela, como antes habría hecho con él Max von Sydow, se dedica a encontrar y apadrinar otros tocados por la suerte, como otrora él mismo lo habría sido. Un día se presenta en su vida el único superviviente de un vuelo comercial siniestrado en la figura de Leonardo Sbaraglia. Invitándole a un juego irrechazable dada la evidencia de su estrella, junto a Leonardo nos acercamos a un oscuro submundo en el cual los juegos son cada vez más extraños y las apuestas cada vez mayores. 

Como se suele decir: Afortunado en el juego, desdichado en el amor, se transforma en realidad que nos gustaría confirmar cuando a este adictivo juego se empiecen a apostar las vidas de terceros, entre las cuales se encuentra su novia… y Leonardo no tenga más remedio que jugar por amor. 

Hablar de la complejidad de la mente es hablar de totalidad, ella condensa la heredada información genética y todos los objetos asimilados por la percepción. En ocasiones, ante tal cantidad de información bullendo, de buen grado nos someteríamos a una purga.

En la vertiginosa ‘Paycheck’ (2003) del hongkonés John Woo, Ben Affleck es un ingeniero informático que se dedica a robar ideas a otras empresas para revertirlas en provecho de aquellos que le contratan. En el contrato de confidencialidad que tiene que firmar antes de cada trabajo, destaca la cláusula que explicita que al finalizar el trabajo deberá someterse a un borrado de memoria por cuestiones relativas a derechos de autor y posible espionaje industrial. El ingeniero dice gozar de una buena vida con tal método, puesto que en realidad en su memoria sigue prevaleciendo la nata y el trabajo sigue siendo el trabajo… El método de borrado es un proceso delicado que funciona para espacios de tiempo relativamente pequeños, dos semanas a lo sumo, porque más que eso sería peligroso. No obstante, ante la reciente descubierta de un isotopo capaz de marcar con antelación el periodo a borrar, Ben no duda en firmar por un jugoso cheque con el cual podrá retirarse al finalizar dicho cometido. Aquél le arrebatará 3 años de su vida pero le supondrá convertirse en millonario. Sin embargo, después de finalizado el trabajo con su susodicho lavado cerebral final, su cuenta bancaria sigue vacía… Lo único que recibe es un sobre con sus supuestas pertenencias, las cuales habría dejado antes de iniciar el trabajo y que sin embargo no reconoce como suyas, al menos no se lo parecen. Pero de pronto, como en un encadenado de casualidades, siente como todo parece ir encajando. Como si de algún modo se hubiese asomado al futuro… sobre la marcha Ben sabe qué elementos utilizar aún si en su memoria borrada no sepa exactamente como van funcionar. Trepidante fantasía de ciencia-ficción preñada de arrebatadoras imágenes congeladas en el tiempo, marca inconfundible de Woo, siempre a punto de alcanzar el punto de ebullición. 

En toda ficción la cuerda se puede tensar tanto que parezca que va a estallar, pero es en la realidad dónde aquella se puede romper de verdad. ‘Sin tregua’ (2012) de David Ayer, con su híper-realista aproximación de carácter documental, nos acerca a quiénes eligen directamente llevar una vida al límite y no por encontrarse propiamente al otro lado la ley. Recabando el día a día de un par de policías patrullando los barrios más peligrosos, Ayer arma uno de los agentes con micro-cámaras que documentan su trabajo mientras en sucesivas rondas se encuentran toda clase de sórdidas situaciones y las más diversas clases de criminales. Además tienen que lidiar con sus superiores y los lacónicos federales… y aún así son premiados por su heroicidad aunque les gustaría sentirse mejor por ello. Ambos policías solo desean ser tan útiles cuanto puedan, hasta que una de las tribus urbanas que habrían perseguido decide vengarse. Gajes del oficio, por supuesto, pero no deja de ser estremecedor y resultar algo de lo más loable cuando dicha labor se ejecuta al pie de la letra, o sea, al límite. 

En la también limítrofe ópera prima de Rian Johnson, ‘Brick’ (2005) sería la precisión y efectismo de los crípticos y apabullantes diálogos proferidos por un ágil Joseph Gordon-Levitt los que nos dejarían totalmente prendados. Un filo tan bien afilado como la clásica expresividad del film noir trasmutada en improbable crónica adolescente en poderosa relación con la turbia y desdichada suerte de Laura Palmer en ‘Twin Peaks’ (1990-1991). ‘Birck’, que devendría obra de culto instantánea, relataría como aquél inteligente estudiante de instituto no dudaría adentrarse peligrosamente en las redes juveniles del suntuoso y sofisticado submundo en el cual las drogas dictan sus existencias… impulsado por la misteriosa muerte de su ex novia. 

‘Magical Girl’ (2014) de Carlos Vermut también es extraña y moralmente retorcida hasta puntos insospechados. Bárbara vive con su marido en un lujoso piso justo por encima de la joyería que Luis está a punto de asaltar cuando ella, mareada y con mal cuerpo se precipita al balcón para vomitar. Le vomita encima impidiéndole así asaltar la tienda. Pero lo que pudiera parecer la providencia previniendo a aquél profesor en paro buscando el modo de cumplir el único deseo de su hija de 12 años con metástasis, de convertirse en un criminal… se convertiría no obstante en algo turbio y oscuro. 

Bárbara no está bien de la cabeza, pero en aquél momento va detrás del hombre para disculparse y ofrecerse a lavarle la ropa. Al final terminará traicionando con aquél a su marido, que no está en casa. Sin embargo Luis sigue en apuros y está tan desesperado que no dudará en chantajear a la mujer. A su hijita le queda poquísimo tiempo de vida y solo desea el vestido oficial -única réplica- de Magical Girl Yukiko, la protagonista de su serie de dibujos animados preferida.

Traspasar estos límites que nos transforman radicalmente, hoy día podrían no parecer meras excepciones, sin embargo hubo una época en que estos se empezarían a acentuar. Christopher Hampton, más conocido por su trabajo como guionista, dirigiría la notable ‘El agente secreto’ (1996) basándose en la obra homónima de Joseph Conrad. Magistral película a cerca de la veleidad de algunos que por puro egoísmo decidirían la vida de sociedades enteras. En el Londres de 1880, justo cuando la revolución política y social empezasen a tomar forma entre el pueblo tomando conciencia de los abusos perpetrados por las clases altas, Mr. Verloc, en la figura de Bob Hoskins, sería un espía a las órdenes de la embajada rusa que haciéndose pasar por anarquista, traspasaría terribles límites. Al no existir una ley suficientemente restrictiva ante potenciales revolucionarios y tratando de aseverar tal represión, a Verloc se le encomendaría colocar una bomba en nombre de los potenciales agitadores. El objetivo se trataría del simbólico meridiano de Greenwich, pero la repercusión de sus actos al final se transformaría en algo mucho más personal.  

Protagonizada por una soberbia y alcoholizada Tilda Swinton que también solamente se rige por sus intereses, ‘Julia’ (2008) de Erick Zonca discurre en aquél punto en que uno ya ni siquiera hace simplemente lo que le pide el cuerpo porque está demasiado ido como para darse cuenta de lo que le conviene. En una de sus más impresionantes actuaciones, Tilda decide embarcarse en una locura que le podrá proporcionar bastante dinero pero de la cual no tiene la más remota idea… En la reunión de Alcohólicos Anónimos a la cual prácticamente nunca asiste, de casualidad conoce a una chica mejicana que dice conocerla, de hecho son vecinas. Tilda no le hace ningún caso hasta que escucha la estrambótica propuesta de la chica. Si le ayuda a secuestrar a su propio hijo -al cuidado de su millonario abuelo paterno desde que el padre de la criatura falleciese por problemas con las drogas- ella la recompensará con una impresionante suma. Sin tener la más remota idea, borracha e improvisando, de pronto Tilda se ve con un niño de 8 años, asustado y en bañador en una habitación de hotel… Decidida a hacerse con el dinero del rescate y abandonando el plan original sin tan siquiera reunir al niño con su madre, se hace a la carretera para terminar en Méjico. En dónde a su vez le secuestrarán a ella al pequeño. Solo que aquí no se cumple aquello de ladrón que roba a ladrón… sino que la mujer tendrá que decidir si luchar por recuperar el niño o quedarse el motín. 

Y la poética y vertiginosa ‘Man on wire’ (2008) de James Marsh nos extiende la línea ideal con la cual finalizar nuestro peculiar recuento al borde del precipicio. En ella nos percatamos de la delicada e imprescindible logística, la cuidadosa e irregular preparación que requiere el funámbulo Philippe Petit para llevar a cabo uno de sus más magistrales actos. Sobre un fino cable tendido entre las dos torres gemelas de Nueva York, cruzaría grácil y equilibrado, el techo del mundo. Al límite del abismo.


Deja un comentario