La cantante muda

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¿Cómo reaccionas cuando un buen día te dicen que Denis Villeneuve se atreverá con la secuela de ‘Blade Runner’ (1982)? (Me encantaría haberme grabado con una mini-cámara en el momento en qué conocí la noticia). Se va a llamar ‘Blade Runner 2049’ (2017) y se estrenará el 6 de Octubre.

Habrá escépticos y detractores conservadores que consideraran un auténtico sacrilegio tan solo mencionar dicha hipótesis. Habrá quiénes digan que lo sagrado es mejor dejarlo estar quieto porque ya solo se podrá estropear simplemente mencionando algo al respecto. Quiénes digan que segundas partes nunca fueron buenas… Clichés y dichos que denotan una falta de fe inherente -de base-. Falta de fe en el ser humano, como tal. Lo más natural para un público que ha sufrido demasiadas decepciones o que por su propia naturaleza no ha llegado a poner en práctica sus propios sueños -consideramos la hipótesis de que desconozcan sus mecanismos-.

Quizá existan obras tan máximas que ganaron el epíteto de ‘obras maestras’ -retorcido e incongruente calificativo dónde los haya- porque cuidémonos de pensar qué dichas ‘obras maestras’ no nos servirán para llevar a la práctica nuestros sueños más emergentes, ayudarnos a ir dónde no hemos ido jamás. ¿Y no hay una contradicción en el meollo de dicha sugerencia?

No sabemos si ‘la creación de cero’ es una posibilidad siquiera y remontarnos a la ameba para dilucidar tan extrema perversión al conocimiento se nos figura que pudiera resultar en fiasco generalizado. Pensemos por un segundo que luego esa creación total -desde cero- hay que trasladarla al menos a un lenguaje convencional. Queremos decir, que tan solo existirá en la medida en que alguien la pueda consumir, entender, al nivel que sea. Y para bien o para mal, cuantas más personas la puedan consumir, mejor. Ya sea dentro de un círculo concreto o en masa. En este último caso para deleite y abultamiento de los bolsillos de inversores que tales.

Pero lo más polémico de este asunto, por lo cual todavía se llevan algunas incrédulas manos a la cabeza, es que quienes aún utilizan como arma arrojadiza los clichés propios de la falta de fe en la humanidad, olvidan simplemente incluir lo más básico de la ecuación: la historia es y será siempre la misma. Tal y como lo ha sido desde tiempos inmemoriales.

Las obras maestras no existen porque simplemente extinguirían nuestra misma existencia.

Lo que importa no es la obra ni jamás lo será, sino quién la haga y todo lo que logre plasmar de sí mismo a través de ella. La singularidad de quién revise la única de las historias existentes.

La obra puede ser un referente, y conducir al hombre hasta cierto punto de su recorrido vital, pero el objeto del mismo transporte, es decir, el hombre que transita y los motivos que le empujan a su propia transformación son -en última instancia- los que noblemente nos siguen constando como los de verdadera importancia. ‘Una obra maestra’ tan solo refiere la pasión que se pueda sentir por tal o cual objeto, el aprecio que lleguemos a tenerle, pero como tal, ‘una obra’ que nos guíe al punto de volverse bastión inexpugnable, nos transformaría a todos los mortales en no más que replicantes con sus códigos de serie pre-programados.

Por otra parte, tampoco digamos que la ‘Ilíada’ o la ‘Odisea’ son obras maestras por muy precursoras que puedan parecernos en tantísimos aspectos, por notables que sean las ideas en ellas expuestas y todas las escuelas que partiendo de ellas se hayan fundado (qué a primeras podría parecer algo positivo). Estos dos exponentes máximos de nuestra cultura se le atribuyen -tentativamente- a Homero, pero fechan del siglo VIII a.C., así qué tampoco es que sean tan precursoras. La ameba se ha quedado muy muy atrás.

Después vino ‘La Biblia Sagrada’, escrita a cuatro manos y mil veces editada, la cual progresivamente ayudó a cambiar enormemente la faz del planeta. ‘El Corán’ es algo posterior, pero como contiene la palabra increada de Dios -según sus más devotos estudiosos- quizá no debería constar en esta categoría.

Lo cierto es que mucho antes de todo ello, en Irán -hace sensiblemente una década- se encontró una piedra gravada con escritura, que posiblemente sea el más antiguo texto que conservamos de la historia de la humanidad, de hace aproximadamente 3000 años a.C.. Anterior incluso a los jeroglíficos y la escritura cuneiforme de los sumerios, cuya eclosión rondaría el año 3300 a.C.. Esto, poniendo que se haya empezado a escribir en bloques de piedra y planchas de barro, comodísimas para llevar en la mochila.

Aún más antiguas son las pinturas rupestres y otros grabados, como el que representa una vulva y es a día de hoy considerado el más antiguo de que se tiene constancia y que rondaría los 37.000 años de edad, 1000 más que el que hasta hace poco era considerado el hallazgo arqueológico más antiguo, en las cuevas de Chauvet en el sur de Francia, impresionantemente retratada por Werner Herzog en ‘La cueva de los sueños olvidados’ (2011):

En efecto, esto de las historias es algo que remonta a lo irremontable, a lo inconcebiblemente lejano. Así que después de tener estos datos en consideración, si siguiese habiendo quien pensase que la secuela de Blade Runner seguro que será mala, solo podemos decir que en esto de la cultura tendemos a erigir nuestros propios muros cuando algo nos gusta y que difícilmente dejamos de ponernos tercos y admitir otras posibles ideas a debate. Pero en este caso, el debate de ‘la obra maestra’ es completamente fallido… ¿Maestra de qué? ¡Pregunto! …qué diría Esty, nuestra AntiYouTuber preferida…

¿Es que Villeneuve no es un verdadero Maestro? ¿Es que no lo es Ridley Scott? ¿O lo es uno más que el otro? ¿Lo serán sus obras? No sé. ¡Pregunto!

En el momento en que anunciaron aquel título -que tanto amamos- junto al director de la que se convertiría en la secuela más esperada de todos los tiempos, nuestros sueños se desprendieron y se lanzaron al vuelo. Y aunque la película sea finalmente un bodrio (que nos negamos a creerlo) a partir de entonces nuestros mecanismos oníricos se pusieron ineluctablemente en marcha. Imparables.

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La película se construyó en nuestro interior con todas las posibilidades del mundo. Nos trasladamos directamente a San Francisco para saludar a Deckard -sentado de espaldas en el puesto de noodles-. Un golpecito en el hombro. Qué hay Rick, ¿escuchamos que finalmente te van a dar caza, no?

Además resulta que con Villeneuve conduciendo nos sentimos totalmente seguros. A Carlos no le parece demasiado bien esto que voy a contar, pero para mí -con diferencia- este director canadiense se ha convertido -por los más variados motivos- en mi preferido de los últimos tiempos. A Carlos no le gusta que lo diga porque naturalmente, de cada vez que nos metemos de lleno en las vidas de estos grandes creadores que admiramos y que cada semana os traemos, lo hacemos con la mirada límpida y cristalina de quién se emociona por primera vez. Atropellándonos y queriendo hablar los dos a la vez por todo el placer que nos da explicar por qué llevamos tan dentro este cine que tanto nos emociona. Y luego está la cuestión del cambiante estado de ánimo que tan fuerte grita en nuestros oídos: unos días veríamos un Hitchcock, otro día nos decantamos por un Fritz Lang, o entonces tal vez un Aki Kaurismäki o un Xavier Dolan.

Nos emociona que haya sido Denis el elegido por Ridley para esta titánica monstruosidad de pura poesía visual futurista que seguro va a ser ‘Blade Runner 2049’, y en eso estamos ambos de acuerdo. Porque cada una de sus películas nos ha dejado gravado en la frente su nombre. Una y otra vez…

Villeneuve enmudeció el mundo con ‘Incendies’ (2010). Y este es el cine que más nos apasiona. El que nos corta la respiración dejándonos boquiabiertos todo el rato. El sorprendente mundo del suspense que juega con nuestro estado de alerta y a la par nos abre la consciencia para un mundo mucho mayor que nosotros mismos… brazo de hierro con la ficción. Bebiendo en cada detalle el sorbo vital por el cual nuestros ojitos se vuelven tan inocentes como los de un niño.

Cuando la acción transcurre de manera a contarnos una historia lineal y sin grandes sorpresas, lo más probable es que por muy especial que pueda ser su narración, nuestros sentidos se aletarguen y nos traslademos irremediablemente a otros lugares de nuestra psique. Nos gusta visitar otros ‘yos’, nos apasiona conocer recovecos de nuestro ser de los cuales ni tan siquiera teníamos constancia, pero verdad sea dicha, nos llena de goce este género que -si bien encaminado- puede ser de los más populares, tanto como el de mayor impacto inmediato. A veces ‘el tempo’ puede ser el factor más importante en una narración fílmica, y esto Villeneuve lo aprendió mejor que nadie. El tempo de la narrativa que suspende. Qué sorprende.

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‘Incendies’ [o la mujer que canta o la Puta 72] es un largometraje repleto de sorpresas, e imparable, te va abriendo los ojos más y más a medida que transcurre su metraje. Sin desvelaros ni uno de sus sorprendentes giros y arrolladores vuelcos de corazón, explicamos tan solo las premisas que se cuentan al inicio del film:

Su protagonista, Nawal Marwan -interpretada por la fantástica actriz Lubna Azabal- vive en Canadá hace años, después de haber emigrado desde su Líbano natal. Allí crió a sus dos mellizos, Simon y Jeanne- Maxim Gaudette y Mélissa Désormeaux-Polin, respectivamente- quienes sorprendidos con la reciente y repentina muerte de mamá -que habrá pasado sus últimos días en total silencio- asisten, aún para mayor sorpresa, a las drásticas decisiones recogidas previamente en su testamento:

Deberá ser enterrada desnuda y bocabajo y ninguna piedra ni epitafio ser colocado en su tumba. Porque para alguien que no cumple sus promesas en vida, su muerte no podrá ser dichosa.

En la lectura del testamento les es revelado que su papá no ha muerto (como ella les habrá contado toda la vida) y que además, tienen un hermano que desconocen. Añade que si desean ver a su madre enterrada como dios manda y poder gravar su nombre en una piedra que descanse bajo el sol tendrán que encontrar a su padre y a su hermano y entregarles sendas cartas, para así poder dar por cumplida su promesa y poder al fin descansar en paz.

Sí sí, ya sabemos que si no habéis visto la película esto que os ofrecemos resulta tremendísimo así de golpe y para empezar. Que nos afirmen además que aquí no subyace ningún tipo de spoiler sino que lo expuesto trata la simple sinopsis básica a la que toda obra -no vista- tiene derecho, no deja de constituir una sorpresa en si mismo… y -esperamos- unas ganas irrefrenables de ver esta obra gigantesca en toda regla. Si no la habéis visto aún no sabéis lo que es estar despierto hasta que las buenas bofetadas que os tiene preparadas Villeneuve surtan efecto en vosotros. Nosotros enmudecimos como la protagonista, a quién a dado momento apellidan como la mujer que canta. Otras, se autodenomina como la Puta 72. Hay veces que la ficción supera la realidad y esta es una de ellas. Despiertos os dejará, estamos seguros de ello. Además, es el tipo de película que a más de uno hace sacar la libretita de apuntes para aprender de ella y no perder ni pizca de detalle, muchos otros incluso afirmarían que se trata de una obra maestra indiscutible.

El guion es la adaptación de una de las partes de la tetralogía teatral del libanés afincado en Canadá, Wajdi Mouawad. Adaptación realizada por el propio Villeneuve y Valérie Beaugrand-Champagne… magistral medición milimétrica en cada paso, en cada detalle, en cada fulgor y aliento contenido. Distendiéndote y constriñéndote en cada auto-spoiler incluido, porque este Villeneuve es mucho Villeneuve y sabe que nos encanta jugar a descubrir qué estamos viendo. De qué se trata…

Al comienzo de su carrera este canadiense nacido en Trois-Rivières – Quebec, empezó por dedicarse al mundo de la televisión, pero pronto estrenó su primer corto ‘REW-FFWD’ (1994), el cual le reportaría enseguida el primero de muchísimos reconocimientos por su trabajo. Incluida una merecidísima nominación al óscar por la película que aquí hacemos cuestión de destacar de entre toda su intachable filmografía. Aquel año se llevaría la dorada estatuilla una Susanne Bier -también igualmente en estado de gracia permanente- por la película ‘En un mundo mejor’ (2010).

El primer largo de Villeneuve, ‘Un 32 août sur terre’ (1998), un 32 de agosto en la tierra, es de aquellas maravillas de cinéfilo rematado que no puede abstenerse de hacer mil y un guiños en clave de homenaje a sus maestros de elección, sobre todo en su tono de nouvelle vague empedernido. Una delicia que trata de dibujar la tenue y delicada línea entre la ligereza de vivir y genuinos marcos de profundidad aún en suspenso, a medio descubrir. La primera gran lección de un Denis primerizo con mucho que contar, mientras se aleja del mundanal bullicio -de todo calendario- para sumergirse de lleno en la vida, en la pura creación.

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Poco después estrenaría ‘Maelström’ (2000) generando cierto estupor a la par de un mayor arraigo autoral. Acercándose a los mismísimos surrealistas para tratar el espinoso tema de la culpa y el imperdonable proceso personal que esconde lo barrido bajo la alfombra. Reprobable conducta moral con luz al final del túnel. En esta ocasión Denis recurre a un asustador pez a punto de ser fileteado -que bien podría ser dios- para narrarnos en un hipertexto hiperbólico este terrible drama -que a pesar de rondar aguas oníricas- jamás se vuelca hacia el casi inevitable esperpento humorístico. Más bien nos induce a reflexionar a cerca de la casualidad como si revisitase el gusto por la escritura automática y el defecto o error como forma de abordar la realidad, siempre tan escurridiza y difícil de atrapar. Una pesadilla llena de luz y esperanza.

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Y todo lo demás viene a ser historia conocida del cine reciente y de mayor relieve en sabias carteleras, apuestas seguras para paladares exigentes.

Bien conocida es ‘Prisioneros’ (2013), su primera incursión en el cine de Hollywood, escrita por  Aaron Gusikowski, con unos excelentes Hugh Jackman y Jake Gillenhall (y unos secundarios de infarto). Aparentemente el típico thriller pero que termina transformándose en venerable hito al primer visionado. Cine de CULTO con mayúsculas en todas sus letras y en cada uno de sus planos y en su estructura especialmente cuidada al ínfimo pormenor. A aquél prodigio le seguiría ese mismo año, ‘Enemy’ (2013) -también en Hollywood y también con un portentoso y portentosamente duplicado Jake Gillenhall- para adaptar el gran éxito del nobel portugués, José Saramago ‘El hombre duplicado’ (2002).

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¿Qué harías si aquel hombre o mujer que suele aparecer al fondo, mal iluminado y casi como de relleno en esas películas que ves por la tele a deshoras, cuando ni la leche caliente ni las galletas logran hacerte conciliar el sueño… qué harías si de pronto te dieses cuenta que ese o esa secundaria es tan parecida contigo que alucinando tienes que estar? ¿Qué harías si descubres que eres tú teniendo otra vida totalmente distinta de la tuya? ¿Y si pudieses, quedarías con él, con ella?

Así de perturbadora es en cierta medida también su última película, ‘Arrival’ (2016) (en España ‘La llegada’) que adapta la novela corta de Ted Chiang ‘La historia de tu vida’ (1998) y que cuenta como un buen día la lingüista Louise Banks es reclutada para intentar descifrar el lenguaje de un grupo de alienígenas que acaban de llegar a nuestro planeta. Los inteligentes seres extraterrestres terminan revelándole un asombroso secreto y con él, el llanto de más de uno de nosotros. Conmovedor retrato de una posibilidad.

Este enorme director que todo lo que elije parece que ha tenido que trapichearlo con el mismísimo diablo -porque los éxitos se le encadenan y nada malo parece firmar-. Este indiscutible maestro del séptimo arte nos ha hecho acercaros la que se nos antoja la más notable de sus obras hasta la fecha, ‘Incendies’. Sobre la cual queríamos ceñirnos, pero en la cual desgraciadamente no pudimos quedarnos, con la cual no pudimos conformarnos… porque obra maestra sería de haberla visto y habernos quedado saciados.

Día seis de Octubre del presente año 2017, veremos qué música habrá elegido Denis. Veremos si la lluvia ácida sigue azotando la ciudad. Habrá humo y vapores, casi seguro. Casi que podemos tomarle ya el sabor a una sopa de miso en el puesto del japonés.

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En el tráiler los paraguas parecían seguir siendo de plástico, transparentes -como la gabardina de la replicante Zhora en la más bellas de las secuencias cinematográficas de una muerte a tiros- pero no sé, da la impresión que los paraguas en 2049 ya no tienen mangos fluorescentes… ¿Porqué los habrán cambiado?


2 respuestas a “La cantante muda

  1. Blade Runner es una de mis películas favoritas. No sé si la secuela será buena o mala, si satisfará las expectativas de los fans de Blade runner o no, pero me parece muy bien que alguien se haya inspirado en esta película para escribir y filmar su propia narración.

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  2. Precisamente eso quisimos remachar. Y por otro lado, los mecanismos oníricos que pueda llegar a despertar una noticia de estas características es lo que nos mueve a hacer afirmaciones tan contundentes en nuestro post. Un fuerte abrazo y muchas gracias por leernos.

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